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Desde la escuela primaria nos enseñaron que 365 días forman un año. Esa cifra facilita a los infantes comprender la estructura del calendario. Pero, en realidad, nuestro planeta orbita al Sol en 365 días, 05 horas, 48 minutos y 46 segundos (365.2422 días), lapso conocido como Año Trópico.

Si nuestro año se ajustara a ese periodo (año trópico) tendríamos serios problemas. Por ejemplo, si como es tradicional, consideramos las 0 horas del 1º de enero de 2024 como inicio del año, el siguiente sucedería (en 2025) el día 1o, pero a las 05 horas y 48 minutos. De seguir sumando esas 5 horas 48 minutos cada año, para 2029 el inicio del año tendría lugar el 2 de enero a las 4 horas.

Imaginen que pasaría en cinco décadas: el año empezaría a mediados de octubre. Lógicamente, dejaría de ser práctico ese concepto de “año”.

Este problema se hizo evidente desde el siglo XVI, cuando se empleaba el calendario juliano. Ante su poca funcionalidad, en 1582 el Papa Gregorio XIII lo cambió por el calendario gregoriano, actualmente vigente. Para que fuera aplicable, fue necesario agregar un día cada cuatro años y eliminar así el excedente de multiplicar 5 horas 48 minutos por 4 años (23 horas 15 minutos, es decir, casi un día completo). Se decidió agregarlo a febrero, por ser el mes con menos días y solo en años divisibles exactamente entre 4. Por esta razón, 2024 será bisiesto (2024/4= 506.0).

También serán bisiestos 2028, 2032, etcétera, hasta llegar el año 2100, para dar entrada al siguiente siglo. Para años centenarios (como fueron 1900 o el 2000) aplica otra regla: solamente serán bisiestos cuando sean divisibles exactamente entre 400. Ante esta restricción el año 2000 (2000/400= 50.0) fue bisiesto mientras que 2100 (2100/400= 5.25) será un año “normal” con 365 días.

Sin duda no debemos preocuparnos de lo que ocurrirá dentro de 76 años. Mejor aprovechemos este día adicional que nos ofrecerá este mes de febrero.



Dr. Armando García de León

2024-02-26